Validar la emoción provoca sensación de comprensión de la persona, reconocimiento de su experiencia, aumento de la verbalización de lo que piensa y siente, se le invita a hablar más de lo que le preocupa, se siente escuchado, aumenta la confianza y establece la base para crear una buena relación. No es difícil imaginar lo importante que es todo esto en la relación del docente o incluso tutor/a con el alumnado, el grupo-clase y las familias. Hay numerosos estudios que afirman que la variable que predice más la posibilidad de ayudar a que ocurran cambios en algún sistema (un aula, una familia, un grupo de profesores/as) es “la relación” que se establece con ellos. Y una relación positiva sin tener en cuenta las emociones no es posible.
Veamos un ejemplo real que comparte una profesora del norte de la isla de una situación ocurrida en su clase de Educación Infantil:
A veces no es necesario decir nada para validar. Acercar un pañuelo para recoger las lágrimas y estar cerca de los más pequeños, una mano del profesorado-
“Al hacer la fila en el patio para regresar a clase, una alumna tropieza
y hace caer a un compañero de clase. El compañero se queja dolido y la niña no le hace ni caso.
Al subir a clase, tengo preparada la silla-boca-silla-oreja (un espacio dispuesto con dos sillas para que los alumnos/as puedan aprender a solucionar conflictos).
Inicio la dinámica: el niño expresa su queja y cuando le toca a la niña hablar, cuál es nuestra sorpresa cuando la niña no abre la boca. Toda la clase permanece en silencio. Entonces la niña rompe a llorar, y en espera de que se calme, durante dieciocho minutos, la ayudamos con un aplauso. Cuando se calmó pudo susurrar: “Siento mucho haberte hecho daño… ¿me perdonas? La próxima vez tendré más cuidado”.
tutor sobre la del alumno o de la alumna, o un acogedor silencio generoso en el tiempo pueden ser suficientes para que el alumnado o los miembros de una familia puedan sentirse escuchados, comprendidos y, en definitiva, validados —situación que hace que el sentimiento vaya desapareciendo poco a poco para pasar a estudiar y construir la solución a la dificultad—.
Imagina la siguiente situación:
Si hubieras sido tú el/la profesora de esta historia, ¿cómo hubieras resuelto la situación?, ¿qué habrías hecho?, ¿qué le habrías dicho?, ¿qué te hubieras quedado con ganas de decirle?
Sigue leyendo cómo acabó esta historia en concreto.
Con frecuencia nuestra tendencia es la de quitar importancia al sentimiento del otro, con la finalidad de que ese sentimiento disminuya o desaparezca. O también le negamos el espacio a la emoción por miedo a que no la podamos
«Una adolescente se encuentra fuera de clase, llorando, después de haber tocado el timbre para entrar.
Llega el profesor y le pregunta: “¿Qué te pasa?”
Ella, con algo de vergüenza, responde: “Mi novio me acaba de dejar, estoy fatal, no quiero entrar a clase”.
El profesor le pregunta: “¿Cuánto tiempo llevabas con tu novio?”
— Una semana —responde ella—.
Sin embargo, se frena y le responde:
— Realmente es una pena, debes estar pasándolo muy mal, estarías encariñándote con él… En las primeras semanas es cuando más ilusión pone uno por una relación.
La alumna, sorprendida, se seca las lágrimas, espera un momento, y responde:
— Vale, deme un momento y ahora entro a clase.
controlar, o cojan la costumbre de interrumpir nuestros planes en cualquier momento.
Es más fácil adoptar esta actitud cuando nuestro interlocutor es un/a menor, alguien inmerso en los turbulentos años de la adolescencia (por ahí hemos pasado todos, ya se le pasará…). Muchos de nosotros nos hemos visto en la situación de entrar en casa quejándonos de un mal día en el trabajo y que la persona que nos recibe nos dice que no es para tanto, que dejemos el trabajo fuera de casa, que le quitemos importancia… ¿Cuál es nuestra reacción? Habitualmente al sentimiento negativo que traemos, se le añade el de sentirnos incomprendidos o no escuchados, y la emoción negativa, lejos de aminorar, se incrementa. La validación consigue reducir ese sentimiento negativo. No es una estrategia mágica que resuelve problemas, pero da pie a que podamos ver un poco más allá y pensar en cómo resolver lo que nos ocurre.
CONTINUARÁ…